Viene una vez a la
semana, a veces cada dos semanas a arreglar el jardín. En once o doce horas
consigue hacer lo que cualquiera haría en sólo un par de ellas. La palabra
rapidez no entra en sus parámetros. Para él el tiempo se divide de otra forma y
se reparte bajo sus propias leyes. Si
tiene que quitar unas pequeñas piedras y tirarlas a la basura se entretiene en
cada una de ellas, compara ángulos, colores, no sé…y luego las tira con
delicadeza, todo con cuidado y parsimonia. Retirar las hojas secas del césped (25
m2) es todo un ritual de contemplación sin ningún sentido.
No le entiendo
cuando hablamos porque el “patois” se
funde con su forma peculiar de habla nerviosa y tics gestuales que no me dejan la menor pista de
lo que quiere expresar. Es al único jamaicano al que le digo en español: “No te
comprendo”. “No, de verdad, es que no te entiendo, ¿qué quieres decir?” y lo
digo en mi idioma, sin darme cuenta, como un grito de auxilio.
Siempre que todos
se van y me quedo sola en la casa viene a pedirme por la ventana comida o
material para sus pinturas o pienso para su perro, un chubasquero…cualquier
cosa. No me importa dárselo, pero sí la forma en que lo pide.
A veces le ofrezco
algo de beber…
-Alexander,
¿quieres un vaso de agua?
_¿Tiene zumo de arándanos?
Prefiero zumo de arándanos.
_ ¿Perdona? No te
entiendo, ¿qué has dicho?
_Sí, digo que
quiero mejor zumo de arándanos, con
hielo, por favor.
Me dice con una
sonrisa de oreja a oreja. Alarga la cabeza y la adelanta. Es su postura de “pedir” y me mira con los ojos muy
abiertos, pestañea, pestañea y mira luego a un lado y a otro con esa sonrisa inquietante y el azadón en la mano.
Alexander me trae recuerdos de Haití y sus zombis. Me preparo para el
bombardeo.
_Bueno, el zumo de arándanos
es de Martín, así que se lo tienes que pedir a él. Le digo.
Yo te puedo dar agua mineral, es lo que
tengo.
_ Muy bien,
entonces un vaso de agua con hielo, es importante el hielo, y un sándwich, por
favor.
-Ah! También
quieres un sándwich, ¿tú no te traes comida?
_Bueno, sí, es que
hoy no tenía dinero para comprarla.
_ ¿Y por que no se
la pides a Martín cuando está él aquí?
_Bueno, él no
quiere, no, no, no.
_Te lo traigo
ahora, pero si quieres un sándwich pídemelo
cuando esté él, yo te lo voy a dar igual, pero si me lo pides la próxima vez que
él ya no esté, no te pienso dar nada. Me haces sentir mal.
_Ok! Miss Carmen,
sí, sí, sí. Comprendo.
Ah! Miss Carmen, mmm….no sé, sí, querría
también un limón en un vaso con azúcar y
una cucharilla, es muy bueno para la garganta, ¿sabe? La garganta. Y me indica
con la mano donde está.
_El limón con miel
y agua fresca con hielo es buenísimo para la garganta. Se vuelve a llevar la
mano.
_ Yo sólo te he
dicho si tenías sed, ahora quieres un zumo de arándanos con hielo, un sándwich
y una limonada natural. ¿Ves?
_ Sí, Miss Carmen.
_ No te voy a hacer
la limonada, no tengo tiempo.
_ Pues si me da
el vaso con azúcar, una cuchara y un cuchillo me la hago yo, que hay unas limas
en el árbol.
Le saco el
sándwich, el agua con hielo y un vaso con azúcar, una cucharilla y un cuchillo.
-Gracias Miss, veo
que en el vaso ha puesto poca azúcar, a mi me gusta la limonada con mucha azúcar.
-Sí, a mí me gusta ver mi jardín limpio y recogido
y mira, todavía no veo ningún cambio y llevas aquí más de cinco horas. No te
voy a dar más azúcar, adiós.
Cuando me pidió
dinero para sus pinturas. Se lo dejé, diez euros para el material, no es
mucho. El vende sus cuadros a un euro, así que le dije que yo le daba el dinero
para comprar sus pinturas y sus lienzos (unas telas y unas tablitas) y el me
daría a cambio un cuadro.
_Quiero empezar a
pintar vírgenes y a Jesús. ¿Quiere uno de esos?
_No, no, no. A mí
me gusta cuando pintas la naturaleza o a alguna persona.
A las tres semanas
vino con dos cuadros y me los quiso vender por 3 euros cada uno. Me quedé con uno y no le pagué nada, me sonrió.
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