jueves, 28 de agosto de 2014

ALEXANDER



Viene una vez a la semana, a veces cada dos semanas a arreglar el jardín. En once o doce horas consigue hacer lo que cualquiera haría en sólo un par de ellas. La palabra rapidez no entra en sus parámetros. Para él el tiempo se divide de otra forma y se reparte bajo sus propias leyes.  Si tiene que quitar unas pequeñas piedras y tirarlas a la basura se entretiene en cada una de ellas, compara ángulos, colores, no sé…y luego las tira con delicadeza, todo con cuidado y parsimonia. Retirar las hojas secas del césped (25 m2) es todo un ritual de contemplación sin ningún sentido.

No le entiendo cuando hablamos porque el  “patois” se funde con su forma peculiar de habla nerviosa y tics  gestuales que no me dejan la menor pista de lo que quiere expresar. Es al único jamaicano al que le digo en español: “No te comprendo”. “No, de verdad, es que no te entiendo, ¿qué quieres decir?” y lo digo en mi idioma, sin darme cuenta, como un grito de auxilio.

Siempre que todos se van y me quedo sola en la casa viene a pedirme por la ventana comida o material para sus pinturas o pienso para su perro, un chubasquero…cualquier cosa. No me importa dárselo, pero sí la forma en que lo pide.

A veces le ofrezco algo de beber…

-Alexander, ¿quieres un vaso de agua?
_¿Tiene zumo de arándanos? Prefiero zumo de arándanos.
_ ¿Perdona? No te entiendo, ¿qué has dicho?
_Sí, digo que quiero mejor zumo de arándanos,  con hielo, por favor.
 
Me dice con una sonrisa de oreja a oreja. Alarga la cabeza y la adelanta. Es su postura  de “pedir” y me mira con los ojos muy abiertos, pestañea, pestañea y mira luego a un lado y a otro con esa sonrisa inquietante y el azadón en la mano. Alexander me trae recuerdos de Haití y sus zombis. Me preparo para el bombardeo.
 
_Bueno, el zumo de arándanos es de Martín, así que se lo tienes que pedir a él. Le digo.
  Yo te puedo dar agua mineral, es lo que tengo.
_ Muy bien, entonces un vaso de agua con hielo, es importante el hielo, y un sándwich, por favor.
-Ah! También quieres un sándwich, ¿tú no te traes comida?
_Bueno, sí, es que hoy no tenía dinero para comprarla.
_ ¿Y por que no se la pides a Martín cuando está él aquí?
_Bueno, él no quiere, no, no, no.
_Te lo traigo ahora, pero si quieres un sándwich  pídemelo cuando esté él, yo te lo voy a dar igual, pero si me lo pides la próxima vez que él ya no esté, no te pienso dar nada. Me haces sentir mal.
_Ok! Miss Carmen, sí, sí, sí. Comprendo.
 Ah! Miss Carmen, mmm….no sé, sí, querría también  un limón en un vaso con azúcar y una cucharilla, es muy bueno para la garganta, ¿sabe? La garganta. Y me indica con la mano donde está.
_El limón con miel y agua fresca con hielo es buenísimo para la garganta. Se vuelve a llevar la mano.
_ Yo sólo te he dicho si tenías sed, ahora quieres un zumo de arándanos con hielo, un sándwich y una limonada natural. ¿Ves?
_ Sí, Miss Carmen.
_ No te voy a hacer la limonada, no tengo tiempo.
_ Pues si me da el vaso con azúcar, una cuchara y un cuchillo me la hago yo, que hay unas limas en el árbol.

Le saco el sándwich, el agua con hielo y un vaso con azúcar, una cucharilla y un cuchillo.
-Gracias Miss, veo que en el vaso ha puesto poca azúcar, a mi me gusta la limonada con mucha azúcar.
-Sí,  a mí me gusta ver mi jardín limpio y recogido y mira, todavía no veo ningún cambio y llevas aquí más de cinco horas. No te voy a dar más azúcar, adiós.

Cuando me pidió dinero para sus pinturas. Se lo dejé, diez euros para el material, no es mucho. El vende sus cuadros a un euro, así que le dije que yo le daba el dinero para comprar sus pinturas y sus lienzos (unas telas y unas tablitas) y el me daría a cambio un cuadro.
 
_Quiero empezar a pintar vírgenes y a Jesús. ¿Quiere uno de esos?
_No, no, no. A mí me gusta cuando pintas la naturaleza o a alguna persona.
A las tres semanas vino con dos cuadros y me los quiso vender por 3 euros cada uno.  Me quedé con uno y no le pagué nada, me sonrió.

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