Mi perra
Greca se arremanga para emprenderla con su vecina y como una loca la insulta a
gritos mientras se golpea el pecho con la puerta del jardín. La otra está en
celo y mi perro obsesionado. Se pasa las horas junto a la puerta con la esperanza de poder escaparse y tener
por fin un encuentro. Greca está que muerde.
Mientras termina
de chupetear el hueso del mango que se ha comido lo mira de reojo y el otro a ella también,
pero con más disimulo. Me río mientras me tomo mi taza de café en la baranda.
-¡Dude! Greca
está celosa. Olvídate de la vecina,
no te voy a dejar salir.
Hace dos
años persiguiendo a la misma perra Dude se escapó por la noche y a la mañana
siguiente un perrillo sucio y deprimido se acercó a
la puerta. Lo habían dejado hecho un trapo en una pelea de machos
callejeros. Nos costó casi cinco meses recuperarlo. Perdió una oreja, la otra está agujereada y tiene
cicatrices de cintura para abajo. Y ahí
está el machote, queriendo ir a por otra.
Cuando
Greca se enfada con Dude se pone los pendientes de perla de maruja y
le gruñe reproches entre dientes.
Greca tiene
una propensión a comer todo lo que no le corresponde. Se come los mangos y me
deje el cesped lleno de sus enormes semillas.
Además de su pienso se come el de Clovasa, la pata, y también sus
huevos, que con tanto esfuerzo esconde. A la pobre se le han acabado las ideas
y los sitios donde empezar un nuevo nido. Se come la comida de los gatos, la de
los peces y la nuestra. También le gustan las plantas.
Es de
tamaño medio, de pelo marrón claro, áspero y corto. Tiene cara de pastor alemán
y orejas caídas y desiguales. De
cachorra intenté enderezarlas con esparadrapo, pero Martín se lo quitaba porque
le parecía ridículo. Cuando se quedó preñada le empezó a salir una mata de pelo
por todo el espinazo. Entonces
sus andares de hiena y ese manto peludo , su desobediencia y
sus ansias de comerse todo me hacían tenerla ojeriza, y también, la verdad, el
tener la sospecha de que había matado a Waldof, nuestro precioso pato.
Pero un día,
después de que me robaran el portátil por la ventana y harta de varios hurtos en los últimos dos meses, me dirigí a
la comisaría de policía de Venue Twon,
a pesar de que Martín seguía insistiendo en que eso no arreglaría nada.
Hicimos la denuncia y esperamos en casa, como dijeron, a que viniera una
patrulla para hacer una inspección.
De
tanto esperar Martin tuvo que irse a una reunión y me quedé sola. Los polis
aparecieron una hora más tarde. Venían de paisanos, armados, tras identificarse
pasaron al lugar del robo, mi habitación. Tomaron nota de lo ocurrido en
un cuaderno escolar y me hicieron mil preguntas tontas. Les explique varias
veces lo que pasó pero no parecían seguir el hilo de la cuestión, uno de ellos
estaba más ocupado mirándome de arriba abajo. Una situación al principio incómoda. En poco me di cuenta del peligro que corría.
Empecé a ponerme más nerviosa de lo que ya estaba cuando
con su pierna tocó la mía y me señaló la foto de la boda. Quería saber si ese
hombre blanco era todavía mi marido. Yo solo quería que se
marcharan, comenzaba a pensar que estaba perdida con esos dos hombres armados y yo sola.
En ese momento Greca
entró y comenzó a ladrarles. Se movía nerviosa, pero con seguridad y amenazante. Me fui directa a ella, la cogí
del collar y les dije "Bueno vámonos que la perra está nerviosa y muerde". El que parecía más serio cerró el
cuaderno de golpe, me miró chulo y se acercó a mí haciéndome retroceder hasta la pared. Levantó
un brazo, lo apoyó más arriba de mi cabeza y dijo "si te
vuelve a pasar algo no llames a la comisaría, llámame a mí, Babe".
No le di tiempo de acabar "Vamos al jardín que la perra os va a morder". Desde entonces
Greca y yo somos buenas amigas y la quiero mucho.
Al poco descubrí que quien nos estaba robando era nuestro inquilino, al que ella no dejaba de perseguir y ladrar. Antes de descubrirlo no sabíamos por qué la perra le molestaba tanto. Pero de los cuatro perros que tenemos era la única que estaba defendiendo lo nuestro.
Ahora cuando la llevamos a la playa se tira al agua para salvarnos si nos ve alejarnos de la orilla. Se lanza a por nosotros, ofreciendonos su lomo para sacarnos del agua.
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